El origen de la buena postura
A veces nos preguntamos qué es y cómo
adoptar una buena postura. En este ámbito somos conscientes de nuestras
carencias y nuestra principal motivación es extraernos de dolencias y tensiones
cotidianas que nos impiden funcionar como quisiéramos.
Para ello trabajamos técnicas y
gimnásias diversas que nos ayudan a funcionar mejor al día a día.
Una buena postura tiene que
permitirnos esa funcionalidad diaria, de manera que podamos movernos sin
esfuerzo, de manera eficiente y coherente. Como decía Feldenkrais, creador del
Método Feldenkrais, (pedagogía del movimiento con gran reputación a nivel
mundial), “aprendemos a movernos con un mínimo de esfuerzo y un máximo de
eficacia”, postulado que se convierte en anhelo de todos y objetivo de aquellos
que buscan y consiguen altos niveles de excelencia con su cuerpo (deportistas,
artistas, terapeutas corporales). Pero no nos engañemos, conseguir una buena
postura es cuestión de motivación y aprendizaje.
Entendemos por postura, un
conjunto de sinergias reflejadas en el aparato neuro-motor que nos permiten
desafiar la fuerza de gravedad y el desequilibrio constante frente a un cambio
de posición, de los diferentes segmentos
corporales. La acción de cambiar de posición, adoptando una cierta postura o “actura”
(como describe Feldenkrais) la llevamos a cabo con menor o mayor destreza según
nuestro patrimonio físico o genético, según nuestro entorno o habilidades aprendidas
en él por imitación o autoeducación. Los circuitos neuromotores elaborados y
aprendidos a lo largo de nuestra historia personal y que configuran nuestro
mapa corporal (por herencia, educación o autoeducación) determinarán la manera
en que nos movemos y evaluamos, cimentando los fundamentos de nuestra
autoimagen y de la percepción de nosotros mismos y de los acontecimientos que
atravesamos.
En su libro, “El poder del yo”* Feldenkrais
describe así la postura “Postura designa
el empleo de todo el ser de uno mismo para lograr o mantener este o aquel
cambio de posición o configuración”….”Postura
se refiere al empleo que se hace de toda la función neuromuscular o más en
general del conjunto cerebro somático, es decir la manera como se ordena el
afecto, el móvil, el gobierno y la ejecución del acto mientras se realiza”.
Estamos aquí muy lejos, de la
idea obsoleta que tenemos de postura, como una manera de estar, un porte estático
en el espacio. La postura designa acción, es dinámica.
Según este postulado, la pregunta
que podemos plantear es ¿Cómo podemos entonces, cambiar hábitos, patrones o actitudes
que reducen nuestros movimientos y quedan reflejados en nuestra postura
limitando no solo nuestras acciones sino también sensaciones, emociones y
pensamientos?
Tendemos a olvidar que el
aprendizaje es una facultad básicamente humana, hábil en los primeros años de
vida, en la cual podemos confiar para mejorar y adoptar un mejor funcionamiento
al día a día. Hacer uso de dicha habilidad nos permitirá comprender los factores
y motivos que intervienen en la elaboración de nuestros movimientos y acciones
y como expresamos nuestras intenciones a través de ellas, en nuestro entorno
real.
Por lo tanto mejorar nuestra
postura, no solo nos permitiría aumentar nuestro bienestar cotidiano sino también
convertir nuestra intención en acción y vivirnos como seres funcionales en el
entorno que nos rodea. Para ello necesitamos, reconocer nuestros hábitos
disfuncionales (que en la mayoría de los casos configuran una mala postura) y
aprender a variar nuestra manera de hacer las cosas, encontrando opciones para
ello.
Lo que llamamos plasticidad
cerebral es la capacidad de nuestro sistema nervioso de encontrar nuevas vías,
conexiones, soluciones y oportunidades frente a los retos a los que nos
enfrentamos. Desde esa capacidad podemos influir en nuestros movimientos,
posturas y comportamientos, creando nuevos circuitos inexplorados entre el
sistema nervioso y el sistema muscular y elaborando nuevas opciones para
extraernos de pautas estereotipadas y compulsivas que dirigen nuestras acciones. Con el aprendizaje, el hábito
adquirido pierde fuerza y la pauta compulsiva que lo motiva se desvanece.
Hablar de buena postura es
referirnos a nuestra habilidad innata para lidiar con nuestro entorno inmediato
y demostrar eficiencia en él, adaptándonos. Es poder funcionar de la mejor
manera posible a partir de nuestras capacidades. Es poder disponer de una
vigilia consciente de nuestros movimientos para la búsqueda de nuestro equilibrio
cotidiano y acción adecuada.
En esta escena, las
articulaciones tienen un papel preponderante en la medida que articulan los
segmentos corporales, permitiendo a la fuerza cinética distribuirse a través
del cuerpo. Una “buena salud” de nuestras articulaciones permitirá esa
repartición homogénea de las fuerzas que entran en juego cuando nos movemos.
Recuperando la movilidad de nuestra estructura así como su fuerza, “articulándonos
mejor”, conseguiremos recuperar nuestra capacidad de auto organización para hacer
uso de nuestro verdadero patrimonio gestual y de nuestra vitalidad.
Susana Ramon
*El Poder del Yo. De Moisés Feldenkrais
la auto transformación a
través de la espontaneidad.
Ediciones Paidós, cuerpo y
salud 1995